El TLCAN, Tejas, La Competitividad, y
El Oceano Azul
(Artículo publicado en 2008, pero muy relevante en el 2017 con las negociaciones del TLCAN 2.0)
En el
Mexico de los últimos
años, la gran interrogante ha sido el gran desaprovechamiento por el sector
privado de prácticamente todos los acuerdos comerciales que ha negociado el
país, con la importante excepción del tratado irónicamente más vilipendiado de
todos, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (“TLCAN”). Para fines
de éste artículo, la
importancia de hablar de exportaciones radicará en que al exportar, las
empresas necesariamente se vuelven más competitivas para cumplir con las
exigencias de calidad, precios, logística, etc. que les imponen los mercados
internacionales; al volverse más competitivas se torna más factible competir con
éxito en otros mercados, incluyendo el mercado interno. La pregunta a responder,
entonces, será:
¿Han las empresas mexicanas desaprovechado
una oportunidad inédita para consolidar su competitividad?
Para llegar a la respuesta, resulta
que el caso del estado de Tejas de los Estados Unidos es particularmente iluminante
como marco de referencia. Tejas es un estado equidistante tanto de Toronto como
de la Ciudad de México, el cual ha aprovechado cabalmente la plataforma del
TLCAN para convertirse en el exportador No.1 de los Estados Unidos, abarcando un
impresionante 14% de todas las ventas al extranjero de ese país.
De hecho, no obstante sus otros problemas financieros,
en el 2007, Estados Unidos en general realizó exportaciones históricas. Produjo
$13.8 trillones de productos y servicios, de los cuales $1.64 trillones – 11.7%
-- se exportaron, representando un incremento de 61% comparado con el 2003. De
esa cifra, Tejas solito exportó un total de $168.2 mmdd, un aumento de $70 mmdd
sobre los $98.8 mmdd exportados en 2003, o sea, un 70% más.
Lo insólito es que las exportaciones Tejanas se han dirigido a 221 destinos extranjeros. México definitivamente ha sido el mercado más grande para Tejas, recibiendo $56.0 mmdd del total en 2007. Sin embargo, a pesar de que esas exportaciones fueron mayores que las exportaciones totales mundiales de todos los demás estados de la unión americana, salvo California, Nueva York y Washington, México de todas maneras sólo fue el destino de 33% de las exportaciones Tejanas. Después de México, Tejas le exportó $16.8 mmdd al Canadá, $8.3 mmdd a China, $5.6 mmdd a Corea del Sur y $5.3 mmdd a Holanda.
Todo esto gracias en un inicio al
TLCAN. Estudios de las Reservas Federal de Dallas y Saint Louis de los Estados
Unidos, han concluido que,
inclusive excluyendo el éxito del programa de las maquiladoras mexicanas, el
crecimiento en las exportaciones de Tejas se ha debido al estímulo del TLCAN, ayudando al estado a
incrementar sus exportaciones a Latinoamérica en un 17%, a Europa en un 15% y a
Asia en un 13% de 1988 al 2000 – sin todos los demás acuerdos comerciales
internacionales con los cuenta México.
Resulta que frente al reto de la apertura económica del
TLCAN, la planta productiva – no el gobierno – de Tejas se reorganizó consistente con la teoría de las ventajas
comparativas. Las exportaciones de las industrias intensivas en capital y
conocimiento – como lo son, la electrónica, químicos, equipo de transporte y
maquinaria industrial – recibieron un fuerte ímpetu, mientras que las
exportaciones de industrias intensivas en mano de obra, como por ejemplo, las
de la industria de la madera y la industria mueblera, se fueron a la baja. La gradual eliminación de barreras al comercio impulsó
a las empresas Tejanas a volverse más competitivas, bajando costos, en muchos
casos incorporando insumos más baratos provenientes de México. También el “know-how” que desarrollaron a raíz de exportar sus productos a
México y al Canadá, les sirvió de base para penetrar a los mercados de Europa y
Asia, entre otros.
En otras palabras, las empresas Tejanas no se
mantuvieron estáticas e impávidas ante el TLCAN, sino que se movieron,
re-organizándose con una actitud proactiva para ser más competitivas.
A
primeras luces, el caso mexicano se pudiese comparar bastante favorablemente al
de Tejas. En 2007, del flujo total del comercio exterior de México con los
Estados Unidos, $347,340.30 mmdd, $210,799.0 mmdd
fueron exportaciones de México hacia ese país -- comparados con los $39,917.5
mmdd de 1993[1]. En el
mismo 2007, México le exportó al Canadá $16.1 mmdd con un superávit a su favor de
$8.1 mmdd. Eso representó un aumento de $1.4 mmdd comparado con la cifra del
2006, convirtiendo a México en el tercer proveedor de ese país.
Cierto,
históricamente las exportaciones mexicanas a Norteamérica han representado un extremadamente
alto porcentaje del total de las exportaciones mexicanas. En 2007, representaron
un galopante 84.51% del total (86.82% en 2006) – 82.12% fluyendo
nada más a los Estados Unidos. Sin embargo, si uno excluye los esquemas de “production sharing” entre empresas americanas y sus
filiales mexicanas, eso no necesariamente significa que ese flujo se haya dado por
fácil; los Estados Unidos son un mercado que presenta un alto nivel de
complejidad al ser un país federalista y, además de leyes federales, hay que
cumplir con las leyes de cada estado de la unión.
Además, el 2007 también vio un incremento del 32% de las
exportaciones a la Unión Europea -- $15 mmdd, una cifra histórica para México. Las
exportaciones mexicanas al Asia en el 2007 también subieron: $7,598,845 miles
de dólares, comparadas con las del 2006 de $6,385,545 miles de dólares. De
hecho, los flujos comerciales de México han subido dramáticamente con
prácticamente todos los países con los cuales ha suscrito tratados de libre
comercio:
En general, las exportaciones de México pasaron de representar el 1.4% de las
exportaciones mundiales a representar el 2.6% veinte años más tarde – y en el
sector agrícola, México ha estado en los primeros 5 lugares al nivel mundial en
productos frescos y procesados. Ante ese panorama, se podría decir que México
también ha aprovechado su inserción al mercado global para afinar su
competitividad internacional. Inclusive, la transformación comercial de México
ha sido descrita como una de las grandes historias de éxito en América Latina[2].
¿Entonces
porqué persiste la percepción de que las empresas mexicanas no han aprovechado
mejor los acuerdos comerciales del país? Algunos apuntan a la falta de
diversificación de las exportaciones, al dirigirse hasta el 90% a la zona del TLCAN.
Sin embargo, los destinos de exportación son cuestiones de decisiones
realizadas por empresas privadas – el gobierno no puede ni debe forzar a
ninguna empresa siquiera a exportar, ni escogerle los destinos; puede abrir
mercados, sugerir, apoyar y promover, más solamente cada empresa conoce a
profundidad sus productos y sólo ella puede determinar si quiere exportar y a
donde. Si por las razones que sean, la gran mayoría de las empresas han
determinado que les reditúa más exportar a los Estados Unidos y Canadá que a
otros destinos y asumir el riesgo de no diversificar sus exportaciones, pues para
bien o para mal, es muy su decisión. De eso se trata una economía de mercado libre
y abierto.
Otros
apuntan a los saldos deficitarios con muchos de nuestros socios comerciales,
exceptuando a Norteamérica con la cual contamos con un superávit importante,
$74.2 mmdd: el tercero más alto del mundo. Sin embargo, acorde a economistas,
déficits no necesariamente son malos, sobre todo si las importaciones en
cuestión son de bienes intermedios que contribuyen a la competitividad de las
empresas. En el caso de México aproximadamente 70% de las importaciones han
efectivamente sido de bienes intermedios.
La
respuesta a la pregunta postulada, entonces, pudiese más bien radicar en el
hecho de que el universo de empresas netamente mexicanas que han venido
participando en las exportaciones, necesita ampliarse.
Una
inspección pormenorizada de las cifras de exportación de México, puntualiza que
en el 2006 las maquiladoras fueron responsables del 43%-45% de las
exportaciones de México; acorde a la Secretaría de Economía, en años previos, la
participación de las maquiladoras en las exportaciones mexicanas ha inclusive excedido
el 50%. Dicho de otra manera, en el 2006, la mitad de las exportaciones del
país corrió a cuenta de aproximadamente 2,810 empresas. Las empresas son mayoritariamente
de capital extranjero, especialmente americano, aunque en la actualidad se
aprecia una mayor diversificación. Todo lo cual no demerita, sino que recalca
el papel importante que han jugado las maquiladoras en la economía mexicana,
sobre todo cuando uno considera que son grandes generadoras de empleo, empleando
a más de 1,200,000 personas. El punto es simplemente que no son empresas
netamente mexicanas, con las implicaciones que ese hecho tiene sobre la
competitividad del resto del universo de las empresas mexicanas.
Acorde al
INEGI, en el 2003 en México existían tres millones, cinco mil establecimientos
que empleaban a un poco mas de 16 millones de personas. El 95% eran y siguen
siendo micro, pequeñas y medianas empresas. De esas tres millones y pico de
empresas, sólo un número reducido se han dedicado a la exportación: en el 2005,
existían sólo 37,344 empresas exportadoras. Tejas fincó su competitividad
exportadora en un solo tratado, mientras que México cuenta con 11 más tratados,
6 ACEs y 23 APPRIS. Por ende, México definitivamente cuenta con un gran acervo
en materia de comercio exterior que pudiese usar para consolidar su
competitividad interna. Sin embargo, dado el posible universo de empresas que pudiesen incurrir en
el comercio exterior, en términos prácticos muy pocas empresas mexicanas han
aprovechado inclusive al TLCAN para volverse más competitivas para exportar a
ese y otros destinos. En otras palabras, la respuesta a la pregunta de inicio
es, si: la mayoría de
las empresas mexicanas en efecto estan desaprovechando una enorme oportunidad
para fortalecer su competitividad.
¿Cuál ha
sido el problema de fondo en México? Los rezagos que aún persisten de la gran
pasividad de la sociedad mexicana. Existen excepciones muy honrosas y con
altibajos se han dado avances importantes en el rubro; no obstante, lamentablemente,
el venir de una economía y de una sociedad cerradas donde el gobierno todo ha dictado
y dado, y donde el corporativismo se ha impuesto a cualquier expresión
personal, desafortunadamente ha dejado a la sociedad mexicana con un legado de una
gran pasividad e impasibilidad ante los retos a encarar. Siempre ha habido que
estar a la espera de la “línea” dictada de arriba, con un verdadero temor a
destacar o tomar cualquier iniciativa propia. En materia de competencia, se ha apreciado
al mercado interno como uno de dimensiones finitas, estático, donde se compite
por cada espacio como si fuera un juego de suma cero: para tener hay que quitar.
Ese problema se ha manifestado en particular en el poco respeto que ha existido
en cuanto a la propiedad intelectual.
Todo lo
cual es llanamente anti-competitivo – tanto para el mercado interno como para
el mercado de exportación. La competitividad se finca en movimiento, en el dinamismo de la
iniciativa propia desde el individuo, pasando por la empresa, y llegando hasta
el país. Se requiere de un afán de superación, de querer ser más eficientes y
productivos, de ser sensibles ante las necesidades de otros, de responder con
civilidad y cortesía en tiempo y forma a clientes y a ciudadanos, de querer
destacar, de tener un sentido de aventura. Se requiere de flexibilidad y una
capacidad de respuesta expedita ante los cambios bruscos de la globalización.
Se requiere salir a buscar las
oportunidades, no esperar a que éstas se presenten a la puerta en charola de plata.
Se requiere ser audaces, creativos, añadir valor, investigar, y expandir el
mercado; y se requiere respetar la propiedad y la contribución de otros.
Y así
llegamos al Oceano Azul.
Existen
dos visiones sobre la manera de competir: la del “océano rojo” y la del “océano
azul”. El “océano rojo” se refiere al tipo de competencia ruda que causa que se
derrame la sangre (por eso se llama oceano rojo). En cambio, la estrategia del
“océano azul” implica una creación de un espacio totalmente nuevo, uno que trasciende la competencia. O sea, el
oceano azul es una estrategia donde el único límite es la imaginación. Eso
presupone un mercado dinámico de infinitas posibilidades donde uno crea
nichos nuevos donde aun no existe competencia alguna. Un ejemplo perfecto del
océano azul en acción fue Apple Computer y la visión de Steve Jobs de poner una
computadora personal en todos los escritorios, cuando ni siquiera existía una
computadora personal como tal.
Obviamente
para que funcione el océano azul se requiere de aún mayor movimiento. Se requiere tener la mente abierta a todas
las posibilidades, teniendo una visión de lo que puede ser – y luego hay que
ser muy movido, y sobre todo muy perseverante para convertir esa visión en una
realidad.
Si lo que se pretende es que más empresas mexicanas no sólo
aprovechen los acuerdos comerciales negociados, sino que en general se vuelvan
más competitivas para sobrevivir los embates de la globalización en su propio
mercado interno, hay que empezar por realizar cambios radicales en su visión
empresarial. No hay que sólo conformarse con subsistir en un mundo limitado por
una visión medio-apocalíptica, sino que hay que expandir el horizonte y ser
mucho más proactivos en la búsqueda de nuevas oportunidades. Mientras que hay
que estar concientes de la competencia que implica el océano rojo y encararla,
a la par habría que navegar en el océano azul. Así lo hicieron las empresas de Texas
y los resultados estan a la vista de todos.
¿Cómo
cambiar las costumbres de décadas hacia lo competitivo? Yo ya lo he dicho antes
y muchos otros también ya lo han dicho: a través de la educación y la
capacitación. Estamos hablando de una educación entendida desde su visión más
amplia e integral desde la cuna: empezando por la familia, pasando por los
recintos académicos (públicos y privados), los deportes, la televisión, el Internet,
inclusive la religión y las empresas mismas a través de asesoría para los altos
directivos y programas de capacitación para los empleados. Todos se
tendrían que confabular para crear ciudadanos pensantes, analíticos,
intelectualmente curiosos, arrojados y valerosos. Todos los “milagros”
económicos – el celta, los tigres asiáticos, India y China, entre otros – todos han partido de una
mejora exponencial en
la educación de sus ciudadanos. Y es que simplemente no hay de otra. Decálogos
para la competitividad y esfuerzos similares definitivamente son pasos en la
dirección correcta; sin embargo, necesitan ir acompañados por un cambio fundamental
en actitud y estado mental de la sociedad mexicana, para que los avances en
materia de competitividad sean verdaderamente significativos y se aprovechen
mejor las oportunidades.
En cuanto
a las empresas, es muy grato ver despegarse una mayor cultura de la consultoría
desde el sector privado; la inversión en asesoría y capacitación bien
valdrá la pena para ayudar a las empresas transitar con éxito hacia una gestión
más acorde los tiempos.
-Fin-
La Dra. Aldape es abogada empresarial internacional egresada de la
Escuela de Leyes de Stanford. Estudió, vivió y trabajó por 28 años en el area
del Silicon Valley en California.
Ha asesorado a una amplia gama de empresas de todos los
tamaños, giros y nacionalidades en una extensa lista de asuntos
empresariales, incluyendo transacciones transfronterizas; en 1994 fue nominada “Entrepreneur of the Year”. Como
Líder de Opinión de California participó muy activamente en la campaña para
ratificar al NAFTA en el Congreso americano, incluyendo sesiones de estrategia
de la Casa Blanca. Al concluir la campaña, la Casa Blanca le solicitó redactar
el “The White House Plan to Implement the
NAFTA”. En México ha fungido como la Vice Coordinadora de la COECE -- el
organismo que representó a todo el sector privado mexicano en las negociaciones
comerciales internacionales del país ya concluidas.
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